-Si la verdad hace daño, Farag -le espeté, llena de rabia, pensando en Ferma, Margherita y Valeria, y en tanta otra gente-, no es necesario conocerla.
-Tenemos opiniones diferentes, Ottavia. La verdad siempre es preferible a la mentira.-¿Aunque haga daño?
-Depende de cada persona. Hay enfermos de cáncer a los que no se les puede decir cuál es su mal; otros, sin embargo, exigen saberlo -me miró fijamente, sin parpadear por primera vez desde que le conocía-. Creía que tú eras de esta última clase de gente.
El último catón, Matilde Asensi