domingo, 3 de julio de 2011

The Road Home, de Rose Tremain

Es un libro que por siempre guardará un significado especial para mí. Porque todo tiene diferente efecto sobre uno según el momento y el lugar, y si este libro me ha marcado, estoy segura de que se debe sólo a mi situación actual. En otras circunstancias quizá habría sido una historia más que me habría enganchado unos días y que hubiera olvidado tras acabarse el libro. Gripping que se dice aquí cuando engancha. Pero son tantos los pasajes del libro que me vienen a la mente en tantas situaciones de mi vida real, que será difícil desprenderme del cariño que le he cogido mientras lo leía. Me hace sentir más consciente de mi momento. Y simplón y de fácil lectura como todas las personas con las que he hablado del libro dicen que es, algunas de ellas argumentan a su vez que tiene una narrativa y estilo bastante sofisticados a pesar de su escasa dificultad. Mi inglés no da para tanta apreciación, pero reconozco que me he parado a releer más oraciones con La Elegancia del Erizo en mi propio idioma que con este en su versión original. Porque es pura descripción, sin más ideas ni trasfondos que haya que desenmarañar. Una historia. Simple y llana, pero conmovedora y real como la vida misma. 
Volviendo a lo del momento y el lugar, resulta que los míos son "similares" a los del protagonista, Lev. Por supuesto, yo no llegué a Londres con veinte libras en el bolsillo, sin trabajo y sin un techo donde dormir. Al contrario, yo lo tenía todo buscado y apañado. Pero sí he sentido esa soledad y ese "ser extranjero" que él ha vivido durante todas esas páginas, aun contando con todas mis ventajas, que por cierto, han sido muchas. Y mi querido compañero en esta aventura, por el que dejé de sentir tan profunda soledad, sí que ha experimentado el llegar a un país extranjero, con un conocimiento mínimo del idioma y tener que encontrar trabajo. Gracia me hizo cuando ambos encontraron el mismo puesto: "kitchen porter" en un restaurante, o lo que es lo mismo, fregar platos; en el libro, pseudo-despectivamente denominado por el chef como "nurse", por eso de tener que desinfectarlo todo. El siguiente ascenso de Lev (y no estaría mal que D siguiera aquí también los pasos del prota a corto plazo) es a camarero, y curiosamente es lo que voy a estar haciendo yo a partir de ahora. Parece que todo inmigrante en Inglaterra está destinado a seguir la misma ruta de rigor hasta que vas acercándote al final de tu meta, cualquiera que sea. Como vuelvo a decir, la comparación de mi situación con la del protagonista del libro es una estupidez, yo trabajo en un colegio y vaya, vivimos bien. Lev, mi protagonista de un país no mencionado de Europa del Este, emprende el viaje con el objetivo de encontrar un trabajo que ya no tiene en su ciudad para poder mandar dinero a su madre y su hija a casa, quienes no pueden mantenerse debido a la precaria situación del país. Además, viaja siempre eclipsado por el fantasma de su mujer ya fallecida de leucemia. Sí, evidentemente no tiene nada que ver, pero es la magia de vivir las mismas situaciones a un nivel más light lo que provoca en mí esta especie de empatía y comprensión. El buscarse una vida en un lugar donde todo es tan diferente a lo que siempre has visto. Echar de menos a los tuyos y sentir ese espacio entre ambos como un abismo. Y sobre todo, acompaña lo visual, la descripción de miles de lugares de Londres que conozco, saber con certeza dónde transcurre la acción. Saber de qué estamos hablando en general, en todos los sentidos posibles de la lectura. 
En un pasaje describe las inmediaciones del cementerio de Highgate, que me encanta. Cómo se imagina presentarse ante la tumba de Karl Marx para explicarle lo que está pasando en su país, y automáticamente recuerdo el momento en que yo contemplaba su tumba, en que grababa vídeos paseando entre maleza y lápidas descolocadas, movidas de su lugar original debido a la lluvia y al paso de los tantísimos años, incluso siglos. 
El pasaje en que le regalan Hamlet y le cuesta mucho leerla. Fue el primer libro que leí en inglés cuando llegué aquí, que estudié y que no me costó tanto desnudar porque me lo explicaron mediante una lectura exhaustiva. Y entiendo por lo que está pasando cuando lo lee. Fue la primera obra de teatro que fui a ver en Londres, y la amé. Y es que Shakespeare y su Hamlet constituyen una máxima de lo inglés, como otros miles de elementos citados en la obra de Tremain. Es Londres y su vida, la vida de los que habitamos aquí sin ser de aquí. Es 100% lo que vivo y me gusta leerlo de mano de otro. Saber que esas trabas, e incluso el descubrimiento mismo de la cultura, las hemos pasado muchos y las pasarán otros tantos. Es reconfortante e identificador. Y al fin y al cabo, ¿no es eso lo mejor que se puede hallar en un libro?